Nuestra colaboradora y Sherry Explorer, Mari Ángeles Gallardo, nos envía este post sobre su visita a Oaxaca, México. Espero que disfrutéis del artículo.
La ciudad de Oaxaca parece suspendida en el tiempo. Además de ser una ciudad bellísima que se puede recorrer a pie, se conservan las tradiciones gastronómicas ancestrales, la música y las indumentarias típicas de la zona. Aquí todo se sigue haciendo artesanalmente, la ropa bordada y de telar, la joyería de filigrana de oro y plata y los tapetes cuyas lanas se tiñen con tintes naturales que se obtienen de plantas e insectos. Pero también son completamente artesanales la alfarería en barro negro, los coloridos “alebrijes” o el mezcal, bebida alcohólica de esta zona. Todos los talleres se pueden visitar, lo que nos da un aprecio especial por los que siguen transmitiendo estas artes de generación en generación
Pero Oaxaca es también un paraíso cultural, donde se pueden visitar zonas arqueológicas como Monte Albán y Mitla, iglesias maravillosas de la época colonial y galerías de pintura con la obra de los mejores artistas actuales y mercados donde se vende una variedad de frutas y verduras que se encuentran en pocas partes del mundo.
¡Y qué decir de su gastronomía! Entre otras cosas, son famosos los moles de diferentes colores dependiendo de los chiles que se usen, el chocolate, el café y las múltiples delicias típicas de este lugar. Aunque la comida típica siempre ha estado de moda, hoy hay cocineros que han actualizado algunos platillos y los sirven primorosamente en sus restaurantes. Quiero compartir con ustedes los 4 días maravillosos que pasamos recorriendo la ciudad y sus alrededores, acompañados por un estupendo guía que recomiendo ampliamente. Terminábamos cada día deleitándonos en alguno de sus mejores restaurantes. Nos hospedamos en un encantador hotel de 7 habitaciones muy bien localizado, con habitaciones muy cómodas y un servicio excelente, que se llama Casa Catrina. www.casacatrina.com.mx. Desde allí podíamos ir andando a cenar a diferentes restaurantes, y nuestra primera cena fue en Casa Oaxaca.Casa Oaxaca. Empezó como un hotel de 7 habitaciones con un bonito patio central donde se servía una comida deliciosa preparada por su chef Alejandro Ruiz. Su éxito lo llevo a abrir otro restaurante con el mismo nombre en una casa antigua a un lado del famoso templo barroco de Santo Domingo.
Alejandro creció en un poblado cerca de la ciudad de Oaxaca y desde niño aprendió en casa a plantar y a cuidar pequeños cultivos de chiles, tomates y otros productos frescos comestibles. Siendo el hijo mayor, le tocaba ayudar a su madre en la cocina. Agradece a su madre que le enseño a cocinar, a apreciar sabores y texturas autóctonos, y la pasión por la cocina tradicional oaxaqueña.
Empezó a trabajar a los 15 años, haciendo “de todo un poco” en un restaurante oaxaqueño, donde a veces le daban la oportunidad de cocinar sus platos típicos, que tenían mucho éxito con la clientela. Después de trabajar como cocinero en Casa Oaxaca se fue a hacer stages en Alemania y Austria, donde aprendió técnicas nuevas y apreció aún más la gran riqueza gastronómica de su tierra natal. Alejandro le dio un toque más moderno a su cocina sin dejar de ser fiel a sus tradiciones y se convirtió en el porta-estandarte de la cocina oaxaqueña en México.
Disfrutamos mucho nuestra cena en Casa Oaxaca y probamos una variedad de platillos estupendos. Al lado de la mesa nos prepararon una sabrosa “Salsa Molcajeteada”, el molcajete es un mortero prehispánico hecho de piedra volcánica que acompañó al aperitivo que incluía un queso de hebras, típico de Oaxaca, unos chapulines y guacamole con tostadas de maíz azul. En Oaxaca se acostumbra comer gusanos de maguey y chapulines, que son crujientes como
chicharrón. Si no sabes que son grillos no puedes adivinar lo que es, aunque no todos se animan a probarlos…. Unos siguieron con una ensalada verde con flores de calabacín rellenas de requesón, granada y vinagreta de cítricos y yo me deleité con unas flores de calabacín rellenas de queso y fritas en tempura muy ligera.
El ceviche de pescado, mango, tomate, cebolla, cilantro y maracuyá estuvo extraordinario y después el cerdito orgánico de la granja del restaurante con mole almendrado, absolutamente exquisito. De postre probamos un sabroso surtido: las texturas de coco: puré, garrapiñado y helado, la tarta de guayaba con helado de pétalos de rosa, que realmente sabía a rosas, y la esfera rellena de chocolate oaxaqueño. Oaxaca también es famosa por su gran variedad de helados, que aquí llaman “nieves” y por su excelente chocolate, ambos muy bien representados en estos postres.
www.casaoaxacaelrestaurante.com
Continuaremos haciendo este recorrido gastronómico dentro de pocos días.
Mari Ángeles Gallardo
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