La relación entre música y vino es ancestral. Vino y flamenco recorren juntos su andadura y participan de una historia común, la historia de nuestra tierra, de Andalucía, y los dos han sufrido juntos los avatares que el tiempo le ha deparado a nuestra región.
Si el flamenco es la banda sonora de nuestra historia, el vino es su alimento, ambos el resultado de la presencia dejada por culturas muy diversas y –a veces- de orígenes muy lejanos. Civilizaciones que, seducidas por esta tierra, han ido sedimentando su aportación a un producto que es, por encima de todo, cultural.
Vino y cante inician desde sus orígenes un camino juntos que arranca de la etapa más hermética del flamenco. Flamenco y vino se unen para festejar las bodas, para celebrar un nacimiento, para hacer mas liviano el trabajo, para ahogar las penas y la humillación cantando. Posiblemente, en el seno de la familia gitana, en las juergas de las ventas, en los espectáculos de los cafés cantantes y en el cuarto de los cabales de las bodegas, el quejío de una bulería supiera por vez primera a vino fino y cada sorbo de amontillado evocara el sentimiento de una soleá … Lo que seguro nació fue la poderosa relación entre vino y cante.
Así que no hemos inventado absolutamente nada, solo recuperamos esa terapia emocional que hace olvidar las penas, que se inicia tomándose unos vasos de vino y termina arrancándose a cantar.
La cata de esta noche es una cata diferente. Vamos a trastocar los sentidos, a bebernos el flamenco, a escuchar el vino y comernos la historia intentando recrear el ambiente brujo, con duende, de una sacristía o del cuarto de los cabales. De fondo cuatro palos flamencos, cuatro poesías y el sonido de la guitarra. Os pediría que esta noche soltéis las amarras, que dejéis libres los sentidos, que caigan vuestras máscaras, y así, desnudos de convencionalismos y desarmados ante la belleza: que disfrutéis.
No esperéis afirmaciones tajantes ni respuestas seguras. El flamenco sigue siendo un misterio que es parte de su grandeza. Por eso no escuchareis nombres de flamencólogos ni enumeraremos las diferentes teorías que los expertos han argumentado para explicarnos la aparición de los cantes y su evolución.
Hoy no se trata de eso. Se trata de una cata para los sentidos: abrir bien los oídos, oler lo vapores del vino, dejarse inundar por sus colores saborear un pedazo de la historia, una cata catártica, sanadora, una purga para los sentidos en la que nos dejemos llevar y sintamos la amalgama de sensaciones que cante, guitarra, poesía y vino va a desencadenar en nuestros corazones.
EL TANGO + TÍO PEPE FINO + ´NO TE SALVES´ de Mario Benedetti
Como ocurre a menudo en el flamenco, los tangos son un misterio. Los que lo estudian se encuentran con caminos, un laberinto, que llevan a calles sin salida. Solo sabemos que ya se cantan a mediados del XIX y tienen su época dorada en los tablaos de los cafés cantantes sevillanos unidos al baile de las “tangueras”, bailaoras míticas como Malena, La Macarrona, La Campanera, La Mejorana, La Carbonera o la Macaca.
Posiblemente el tango nace de la unión del cante de dos pueblos oprimidos y marginados. El son de los tambores y el baile desenfrenado de los tangos congo de los negros esclavos en las plantaciones de Santiago de Cuba que embarcados en los galeones de la Habana llegan al puerto de Cádiz, donde son acogidos por los gitanos e incorporados a sus cantes festeros: jaleos y olés.
Su ancestro, el tango negro de Cuba, aún perdura en el baile desenfrenado, sensual, provocativo y descarado que tuvimos ocasión de ver en los antiguos tangos de la Cava trianera bailado por una anciana gitana, y que entronca con los bailes de negros al son de tambores que en su época fueron perseguidos por impúdicos y lascivos.
El proceso de aflamencamiento debió tener lugar en Cádiz, Triana y Jerez, aunque posteriormente se extienden por la fachada mediterránea andaluza y encontramos tangos en Málaga, Granada, y Jaén
El tango va unido a grandes intérpretes del flamenco como Enrique el Mellizo, el jerezano Manuel Torre y la trianera Pastora Pavón, La Niña de los Peines, que han marcado con su sello personal este palo.
Un vino puede contener toda la esencia de un tango: el fino. Vino de fiestas, ferias, romerías y de reuniones de amigos. Joven, alegre, chispeante. Representa la alegría y las ganas de vivir de manera sincera, y disfrutando de las cosas sencillas: una conversación, el galanteo de un baile, la alegría de un bautizo o una boda… Un vino para la vida que nace bajo un bullicioso velo de vida en la oscuridad de un tonel. Brillante, punzante y salado como el aire de los muelles por donde entra el tango.
Un vino gestado para la diversión, un excelente aperitivo, para empezar a entender y comprender el mundo del Jerez igual que los cantes festeros o de jaleo que suelen se entendidos por todo el mundo, nos inician en el complejo mundo del arte jondo.
La poesía para el fino y el tango debía transmitirnos esas ganas de vivir, esa capacidad de beberse a sorbos la vida, aunque terminemos quemándonos en nuestra propia hoguera. Por eso hemos elegido a Benedetti y “No te salves”, una de la poesías que más nos gusta, en la que se plasma toda una filosofía de vida, quizás ingenua en su idealismo, pero inmensamente valiente. https://www.poemas.de/no-te-salves/
LA SOLEÁ + VIÑA AB AMONTILLADO + ´Romance Sonámbulo´ de Federico García Lorca
La solea está considerada como uno de los puntales del flamenco, ya que guarda en sí misma buena parte de los elementos de la estética musical propia del género flamenco (melodías, ritmos, armonías). El misterio nos sale de nuevo al encuentro. Su nombre no se sabe de donde viene: de soledad? del sol, solar? de soleo, tonada del soleo, propia de los gitanos aceituneros?
Tampoco su origen, como tantas cosas en el flamenco, está claro. Es muy probable que la soleá haya surgido en el primer tercio del siglo XIX de algún cante gitano para bailar , el “jaleo” , muy popular en Cádiz y en Jerez a principios del mil ochocientos, pues mientras más antiguas son, más ligero y bailable es su compás.
En el proceso de aflamencamiento, la soleá, tal y como la concebimos en la actualidad, pasó de ser cante para acompañar el baile, a ser cante para escuchar, ralentizando sensiblemente su compás. La soleá se consolida como cante grande, para escuchar, en los años centrales del siglo XIX de la mano de grandes cantaores históricos como Tobalo, el Loco Mateo y Juanquiqui.
No obstante en los orígenes de la soleá aparecen un mayor número de mujeres cantaoras de este género, cuando no se había aún desprendido de su carácter bailable. La Andonda, cantaora trianera que fue amante del Fillo, también suele ser considerada como la primera que cantó por soleá,
El amontillado es la perfecta identificación jonda de la soleá. Un vino que guarda todos los secretos. El amontillado, un vino que nace fino bajo velo de flor y continúa con una crianza oxidativa revistiéndose de los matices de los vinos más grandes y potentes. De ahí que recuerde el carácter del fino (pálido y punzante), pero con un cuerpo y estructura más complejo que amortigua su viveza. Es la ralentización del fino.
En un proceso similar la soleá, nace de un cante alegre de fiesta para evolucionar a un cante serio no bailable, pero que guarda recuerdos de su origen festero y sin apenas darse cuenta se transforma en bulería.
Como el amontillado es un vino grande, la soleá es un cante grande, uno de las ramas más frondosas del cante –caña, polo, alegrías, cantiñas, bulerías– aunque, así como el amontillado nunca llega al nivel de oxidación del oloroso, la soleá no alcanza el sentido trágico de una seguidilla playera o una toná.
Hemos elegido para poner poesía a la soleá un romance de García Lorca, el romance sonámbulo. La soleá, unida en su origen a mujeres como La Andonda o La Serneta, necesitaba un potente poema con una potente protagonista femenina. Una mujer novia de un contrabandista que lleva alijos del mar a la montaña, desolada por las noticias que le llegan sobre su novio y aterrada por las consecuencias que su apresamiento pueda tener sobre ella, pone fin a su vida. https://www.poemas.de/romance-sonambulo/
Texto de Ángela Gallego, Profesora de la Universidad de Cádiz, Sherry Explorer y miembro del Grupo Gastronómico Cuarto y mitá (http://cuartoymita.net/)
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